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desenfrenado de venganza, y ya no puede escuchar ni una sola palabra
para poder saber si obra bien o mal al irritarse o, por lo menos, si se irrita
más de lo que debiera. Esta tendencia a la cólera, que puede llamarse
intemperancia de cólera, no me parece muy reprensible. Pero la
intemperancia que abusa del placer lo es, a mi parecer, mucho más. Esté
segundo arrebato difiere del otro en que la razón interviene en él para
impedir que se obre, y el intemperante que se deja dominar por el placer
obra contra la razón que le habla. Y así, esta intemperancia merece más
reprensión que la intemperancia de la cólera, porque está en un verdadero
sufrimiento, en tanto que no puede uno encolerizarse sin sufrir; mientras
que, por lo contrario, la intemperancia que procede del deseo o de la pasión
siempre va acompañada de placer. Esto es lo que la hace más reprensible,
porque la intemperancia que acompaña al placer parece una especie de
insolencia y de desafío a la razón.
¿La templanza y la paciencia son una sola y misma virtud? La
templanza se refiere a los placeres, y es hombre templado el que sabe
dominar sus peligrosos atractivos; la paciencia por lo contrario, sólo se
refiere al dolor, y el que soporta y sufre los males con resignación es
paciente y firme. En igual forma, la intemperancia y la molicie no son la
misma cosa. Hay molicie y es flojo un hombre cuando no sabe soportar las
fatigas, no todas indistintamente, sino las que otro hombre en las mismas
circunstancias se creería en la necesidad de soportar. El intemperante es el
que no puede soportar los alicientes del placer y se deja ablandar y
arrastrar por ellos.
Puede distinguirse aún el intemperante del que se llama incontinente.
¿El incontinente es intemperante? ¿Y el intemperante debe confundirse con
el incontinente? El incontinente es el que cree que lo que hace es excelente
y le es muy útil, y que no tiene en sí mismo una razón que sea capaz de
oponerse a los placeres que le seducen y le ciegan. El intemperante, por lo
contrario, siente en sí la razón que se opone a sus extravíos en aquellas
cosas a que le arrastra su funesta pasión. De estos dos, ¿cuál es el que más
fácilmente puede curar, el intemperante o el incontinente? Lo que parecería
probar que el intemperante es menos fácil de corregir y que el incontinente
es más curable, es que éste, si tuviese en sí la razón que le hiciera conocer
que obraba mal, no lo haría, mientras que el intemperante posee la razón
que se lo advierte y, sin embargo, obra; por consiguiente, parece
absolutamente incorregible. Desde otro punto de vista, ¿cuál es el más
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Psikolibro La gran moral Aristóteles
malo de los dos, el que nada bueno tiene absolutamente en sí, o el que une
buenas cualidades a los vicios que señalamos? ¿No es evidente que sea el
incontinente, puesto que la facultad más preciosa que tiene en sí se
encuentra profundamente viciada? El intemperante posee un bien
admirable, que es la razón sana y recta, mientras que el incontinente no la
tiene. La razón, por lo demás, puede decirse que es el principio de los vicios
del uno y del otro. En el intemperante, el principio, que es la cosa
verdaderamente capital, es todo lo que debe ser y está en excelente
estado; pero en el incontinente este principio está alterado; y en este
sentido, el incontinente está por bajo del intemperante.
Con estos vicios sucede lo que con aquel a que hemos dado nombre de
brutalidad, el cual es preciso considerar, no en el bruto mismo, sino en el
hombre. ¿Por qué este nombre de brutalidad está reservado a la última
degradación del vicio? ¿Y por qué no se le puede estudiar en el bruto? Por la
razón única de que el mal principio no está en el animal, puesto que sólo la
razón es el principio. ¿Quién ha hecho más mal al mundo, un león o un
Dionisio, un Falaris, un Clearco o cualquier otro malvado? ¿No es claro que
fueron estos monstruos? El principio malo, que esta en el ser, es de la
mayor importancia para el mal que aquél hace, pero en el animal no hay un
principio de esta clase. En el incontinente, por tanto, el principio es el malo,
y en el momento mismo en que comete actos culpables, la razón, de
acuerdo con su pasión, le dice que es preciso hacer lo que hace. Esto
prueba que el principio que está en él no es sano, y en este concepto el
intemperante podría aparecer por encima del disoluto.
Por lo demás, pueden distinguirse don especies de intemperancia.
La una, que arrastra desde el primer momento, si que preceda
premeditación, y que es instantánea; por ejemplo, cuando vemos una
mujer hermosa y en el acto advertimos una impresión, como resultado de la
cual surge en nosotros el deseo instintivo de cometer ciertos actos que
quizá no deberían cometerse. La otra especie de intemperancia no es, en
cierta manera, más que una debilidad, porque va acompañada de la razón
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