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propusieron algo ingenioso, como pasar un objeto coherente de un marco arbitrario de
referencia a otro marco muy similar, decidió complacerlas. ¿Por qué no? Quizá el
experimento fuese trivial o quizá pudiera ser tomado como prueba de que los marcos de
referencia tienen todos el mismo grado de probabilidad, pero, en cualquiera de los dos
casos, la sugerencia partió de un sujeto experimental. Debes admitir que eso despertaría
la curiosidad de casi todo el mundo, incluso la de quien no sea un poeta inflamado por la
pasión. - Michaelmas sonrió igual que si le acabaran de golpear los labios con una fusta
de montar -. Puedes echarle una mirada al sistema de Limberg, ya que estás dentro de él.
Ve por etapas. Descubrirás lo que te ha estado persiguiendo. Y asegúrate de mantener
bien controlados los circuitos y conmutadores.
Un breve silencio y la máquina volvía a estar con él.
- Parece..., parece que se nos considera como un simple efecto. - Domino volvió a
quedarse callado.
- Somos un efecto - dijo Michaelmas -. Tienen un medio de examinar el infinito. Cuando
quieren un modelo de un elefante se limitan a eliminar de la imagen todo aquello que no
se parezca a un elefante. Cuando deducen que existe algo parecido a una raza humana,
obtienen una raza humana. Con verrugas incluidas... La diferencia entre el modelo del
elefante y la raza humana está en que los representantes de esa raza pueden hablar;
pueden hacer peticiones y propuestas. Incluso pueden acabar creyendo que representan
a la raza humana. Pero, tomando en cuenta a todo el infinito, hay una probabilidad infinita
de que no sean sino partículas a la deriva.
Y permaneció callado durante mucho rato, parpadeando igual que un búho bajo el
brillante atardecer de Long Island, pareciendo algo sorprendido cuando alguien se
encargó de meter su bolsa de viaje dentro del taxi.
Una vez en el apartamento se instaló ante el escritorio, miró pensativamente por la
ventana, cogió su guitarra y después un laúd y un dúlcemele. Pasado un tiempo fue capaz
de hablar y habló con Domino, despacio, articulando cuidadosamente las palabras,
haciendo algunas pausas para ordenar los hechos y sopesarlos según la importancia que
tuvieran en relación al relato.
Se lo explicó todo, pero apenas si era consciente de sus palabras. Después se quedó
inmóvil, pensando.
No puedo encontrarte.
Y, en el momento adecuado, oigo
Las voces migratorias de las bandadas
Que van al sur o al norte, moviéndose contra el sol.
Vienen y van, como si fueran un solo ser,
y oscurecen brevemente la tierra.
No puedo encontrarte.
- Entonces, ¿era eso? - le preguntó Domino -. ¿Una mera curiosidad científica? Ese tal
Fermierla entró en contacto con Limberg... Bueno, ¿por qué no? Hubo un tiempo en el
que debieron ser muy parecidos; sí, puedo ver la lógica que hay en eso... y después
Limberg empezó a imaginar formas de utilizarlo, pero el asunto sólo empezó a ir más
deprisa cuando se asoció con Cikoumas. Fermierla seguía pensando que estaba
comunicándose con unas criaturas de la imaginación...
- No estaba comunicándose. No estaba, comunicándose.
- En contacto. Y Medmiembro prosperó. Pero Cikoumas empezó a preocuparse; ¿y si
la CANU descubría a Fermierla? Supongamos que el doctor Limberg quedara revelado
ante el mundo como lo que realmente era, y Cikoumas con él. Pero todo eso carece de
lógica Fermierla no está en Júpiter, igual que yo tampoco lo estoy. Esos tipos dedicados a
la biología no son más que analfabetos científico que se dejan dominar fácilmente por las
supersticiones. háblales de señales de radio y enseguida piensan en la emisora más
próxima. No tienen ni idea de la escala que estamos manejando. Creen...
- Sí, sí - dijo Michaelmas -. Encárgate de Limberg, ¿quieres? Ocúpate de poner en
orden el resto de su vida. Mientras tanto, aún nos queda por hacer una cosa más antes de
ponerle punto final a día.
- Sí, supongo que sí - dijo Domino, y llamó a Clementine Gervaise, que estaba en
París. Michaelmas apretó los puños y conecté la pantalla holográfica; Clementine estaba
sentada detrás de una mesa, a un par de metros de. él, con las gafas subidas sobre la
frente, el carmín del labio superior medio borrado y una montadora manual junto a la
mesa.
- Laurent - le dijo -, me alegra que me llames pero me has pillado en un momento
bastante malo. De todas formas, me alegra que me llames - y le sonrió. Por un instante la
sonrisa hizo que pareciera muy joven -. Desde Nueva York... - Ahora parecía algo abatida
-. Abandonaste Europa muy deprisa.
- No esperaba encontrarte en París. Creía que seguirías en África, Clementine meneó
la cabeza.
- Tenemos un problema - dijo. Se puso de cara a la montadora y sus dedos volaron
sobre el teclado con una destreza casi inconsciente - Mira esto - le dijo, señalando la
pantalla. Michaelmas vio un plano tomado dentro del avión de la CANU, Norwood estaba
hablando y sonreía. El punto de vista de la cámara cambió bruscamente a un primer plano
de Douglas Campion haciendo una pregunta. A medida que hablaba su frente fue
hinchándose desmesuradamente y aunque volvió a la normalidad sus ojos se convirtieron
en rendijas, mientras que el puente de su nariz parecía hundirse formando un valle en su
cráneo. Después le tocó el turno a su boca, y su mentón empezó a encogerse. Finalmente
la oscilación desapareció de la pantalla: Campion seguía hablando, sin darse cuenta de
que otra ondulación estaba empezando a deformar su coronilla.
- No logramos eliminarla - le dijo Clementine. Aparece en todos los planos donde sale
Campion. Hemos repasado el ordenador y también los mezcladores. - Se encogió de
hombros -. Supongo que alguien acabará diciendo que también deberíamos echarle un
vistazo a esta montadora... Pero tendremos que acabar prescindiendo del programa o
sustituirle por otro entrevistador.
- ¿No podéis hablar con Campion y rodar nuevos planos suyos? Clementine le miró,
algo incómoda.
- Creo que tiene un problema con su banco, un descubierto o algo parecido. No podrá
conseguir billete de avión. Ni su teléfono funciona - dijo, ruborizándose levemente -.
Haberle recomendado está creándome ciertos problemas...
- Oh, vamos, Clementine, no me parece que estés demasiado preocupada por eso,
¿verdad? Una persona con tu talento... Sin embargo, eso de Campion es realmente
asombroso. Da la impresión de estar teniendo una racha de mala suerte.
- Bueno, pero supongo que no me has llamado por eso - dijo ella. Agitó la mano, como
indicando que todo aquello no importaba -. O sacamos adelante el programa o acabamos
tirándolo a la basura; mañana será otro día. Tienes razón. - Apoyó los codos sobre la
mesa y colocó el mentón encima de sus manos, mirándole fijamente -. Dime... ¿De qué
querías hablar?
- Bueno, sólo quería ver qué tal andabas - dijo él muy despacio -. Tuve que salir de
estampida y...
- Ah, cosas de la profesión. Supongo que conseguiste lo que pretendías, fuera lo que
fuese. Y supongo que los demás nos enteraremos del asunto cuando lo veamos en las
noticias.
- No... Me temo que esta vez no.
- Entonces era algo personal.
- Supongo que sí. - Michaelmas no sabía muy bien cómo continuar -. Sólo quería
decirte «hola». Clementine le sonrió.
- A mí también me gustaría decirte «hola». ¿Cuándo volverás a Europa?
Michaelmas tragó aire. Le costó un gran esfuerzo. Se encogió de hombros.
- ¿Quién sabe? - Descubrió que estaba empezando a temblar.
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